domingo, 10 de julio de 2016

Brújula.

Se pone hasta las cejas de cerveza
sonrisa guardada en el bolsillo interior de la cazadora vaquera y la pistola en la boca,
por si tiene que disparar en cualquier momento.

Pañuelos de seda y pies con durezas
que el camino es largo
pero placentero.

Sentado en la barra del bar, me imagino, como cada noche
con su mano en el bolsillo izquierdo y en la otra sujetando la estrella
no vaya a ser que se escape, como lo hizo ella.

Prometió no volver a sufrir y en su mirada solo se refleja el miedo a volverlo a hacer.
Prometió luchar y por el arte de un coño murió.
Prometió vivir la vida y ahí está, en la misma barra de cada noche,
viendo la constelación que formaban las burbujas de su cerveza.

Se levantó dejándola por la mitad, sin cerrar el bar como siempre.
Perdiendo el norte y buscando un sur, encontrando una brújula desorientada,
recordando los besos dejados en la entrada de ese bar, y que dos pisos más arriba estaba la dueña de sus labios.

Una diosa rencorosa, que no supo valorar los susurros que él le dejaba cada noche en su portal, 
borracho de rubias y temores.

martes, 5 de julio de 2016

Tinieblas.

Besaría el cerebro de poetas que son infierno y moriría por mirar como mis labios arden de pasión.
Me bañaría en un mar de lágrimas sabiendo que son de emoción,
viviría en los gritos que se escuchan entre las paredes de mi bloque de edificios
y que no sabes, ni de donde provienen.

Las miradas dejan de tener peso cuando la boca se abre demasiado
y lo único que suelta son babosas llenas de espuma negra.

Un poeta, dentro de su infierno, tiene hasta el más mínimo mal que te puedas imaginar,
un corazón sombrío, oscuro y que nunca jamás verá la luz.
Yo, suplico besarle, para entender cuán dolor hay en su interior. Me comería cada uno de sus miedos, y los escupiría al suelo con repugnancia, para demostrarle, que solo son eso: miedos.
Y que los miedos, son simplemente un arma de defensa para tener siempre el culo limpio, y le sigo contando que qué es esta vida sin mancharnos.
Besarnos a pesar de las miradas con forma de cuchillos, sonreírnos haciendo faroles que deslumbren en una madrugada en el campo y que piensen que son ovnis, que en la oscuridad no puede haber tanta luz.

Y se equivocan.

He entrado en uno de los mundos más oscuros que os podáis imaginar, y allí dentro había una luz que en mi puta vida había visto tan blanca y pura; no vengo de heroína -de la droga tampoco, déjame aclararte.- que yo, sigo teniendo miedo después de ver lo que la oscuridad puede hacer, y aún así, lucho con todo mi ser, solo por ver, como mis labios arden de pasión al besar el cerebro de un poeta, que tiene su propio infierno.