domingo, 10 de julio de 2016

Brújula.

Se pone hasta las cejas de cerveza
sonrisa guardada en el bolsillo interior de la cazadora vaquera y la pistola en la boca,
por si tiene que disparar en cualquier momento.

Pañuelos de seda y pies con durezas
que el camino es largo
pero placentero.

Sentado en la barra del bar, me imagino, como cada noche
con su mano en el bolsillo izquierdo y en la otra sujetando la estrella
no vaya a ser que se escape, como lo hizo ella.

Prometió no volver a sufrir y en su mirada solo se refleja el miedo a volverlo a hacer.
Prometió luchar y por el arte de un coño murió.
Prometió vivir la vida y ahí está, en la misma barra de cada noche,
viendo la constelación que formaban las burbujas de su cerveza.

Se levantó dejándola por la mitad, sin cerrar el bar como siempre.
Perdiendo el norte y buscando un sur, encontrando una brújula desorientada,
recordando los besos dejados en la entrada de ese bar, y que dos pisos más arriba estaba la dueña de sus labios.

Una diosa rencorosa, que no supo valorar los susurros que él le dejaba cada noche en su portal, 
borracho de rubias y temores.

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