martes, 2 de enero de 2018

Jamás le haré caso.

Balbucea palabras sin sentido
que a mi no me importan
pero sé que le encanta.

Me hago la interesada hasta que se da cuenta
de que estoy en los laureles
y me llama pailana
como si de una enana se tratara.

Le sonrío y como tengo buena memoria le digo que si que me interesa
y le hago un breve resumen de lo que me contó 
y al final decaigo 
y le digo que me da igual lo que me cuenta
que por oír su voz              -todo-

Le sonrío al oído 
y le beso la mirada
en cada encuentro de reojo
en la madrugada.

Tras un insomnio que me anhela
él me despierta con una nana muda,
con ritmo de caricias 
y besos en mi oreja.

Aunque yo no le haga caso,
él me habla de las estrellas
de cada piedra
y me cuenta su infancia como si mismo ayer fuera.
Y qué sonrisa tienen sus ojos cuando recuerda momentos 
que guarda en el corazón de piedra que lleva.

 Y aunque yo no le haga caso
recuerdo cada palabra que ha salido de sus labios
cada canción que me ha cantado
cada te quiero que me ha recitado.

Porque nunca jamás le haré caso,
aunque él sepa, que toda su vida 
llevo en la memoria puesta.

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